La educación de un niño de aprendizaje lento constituye uno de los más grandes desafíos de nuestro sistema educativo. Estos menores presentan significativas dificultades para adaptarse a las exigencias de la escuela común y, sin embargo, sus necesidades educativas especiales no los hacen beneficiarse de una educación en la escuela especial, ya que sus potencialidades son muy superiores a las de un niño con retrasos cognitivos más severos.
Los niños de aprendizaje lento poseen dificultades generales del aprendizaje, que comprometen su desempeño en las distintas asignaturas de la escuela. Generalmente se presenta una variedad de factores que condicionan estas necesidades educativas especiales: habilidades cognitivas descendidas (en las evaluaciones tradicionales aparecen como niños con inteligencia limítrofe o normal lenta), necesidades especiales en el ámbito del lenguaje, de la percepción, de la psicomotricidad, de las habilidades ejecutivas para el aprendizaje, como la atención, concentración, organización de la conducta, impulsividad, estrategias para autoevaluarse y reorientar la acción, entre otras. (Yánez y Palacios, 1999)